“La vida no es muy apetitosa si no se le añade una
pizca de especias de cuando en cuando.”
-Dean Koontz
Visitar un hospital me hace recordar
a Oscar. Lo conocí en mi época universitaria. Él nos apoyó mucho cuando se
tomaron la universidad. Iba junto a otros estudiantes de medicina a visitar a
los enfermos y dejaban medicamentos para tratarlos. Yo aprovechaba de
coquetearlo mientras hacían su trabajo y luego lo invitaba a tomar un café. Nos
unía la revolución y un par de autores. Hablábamos de cómo el sistema
educacional debía cambiar e intercambiábamos nombres de libros.
Al finalizar una de sus visitas lo
acompañe al estacionamiento, nos sentamos en la parte trasera de su auto. Me
pidió que se lo lamiera. Él siempre olía a medicamentos, pero su sabor, su
sabor era detestable, agrio, amargo, vinagre, insoportable. No aguante tenerlo
en mi boca. Lo mire a los ojos con cara de repulsión, pero volví a ponerlo entre
mis dientes. Mordí. Mordí hasta saborear su sangre entre mis labios.
Connie
Tapia Monroy.
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