Como desperdicio el mar devolvió el cuerpo del anciano, inconsciente en la orilla, su cuerpo se encontraba aún a merced de las olas, sus ropas rasgadas indicaban que debió estar varios días luchando mar adentro, aún conservaba en el pie derecho la bota negra y sus labios partidos por la deshidratación se confundían con la arena pegada en el rostro. A lo lejos, un grupo de jóvenes que acostumbra a jugar béisbol cada mañana, se percató del cuerpo que yacía moribundo, llamaron rápidamente a la ambulancia y lo trasladaron al hospital más cercano.
Al recuperar la consciencia, lo primero que ven sus ojos gastados es la ampolleta de la habitación parpadeando sobre la cama. Aguas por todos lados, la marejada frenéticamente agitada, intentó controlar el bote, el mar furioso azotaba las olas en su contra, como si quisiera de verdad que fuese parte de la inmensa masa de agua, la maldita lluvia llego de repente y dificulto aún más las maniobras que intentaba realizar. El viento sonaba como si vibrara a ratos la risa del demonio, una gigantesca montaña de agua voltio el pequeño bote, pasó varios segundo hundido, trato de nadar hacia la superficie, acción que le fue imposible de realizar, las corrientes marinas lo succionaron, lo sacudieron, inmovilizaron, atraparon, golpearon y arrastraron hasta la orilla, despertó cuando el sol posado sobre su cabeza atravesaba sus tenazas de fuego los poros de la piel, intento levantarse varias veces, pero las fuerzas se perdían junto a la consciencia, ya no recuerda cuando dejo de escuchar el silbido del mar, de las aves y el arrimo de las olas cercanas a los pies. La luz de la habitación incomodaba sus ojos, decidió cerrarlos para evitar la molestia, sin embargo el intento lo dejo profundamente dormido.
Al poco tiempo entraron varios médicos y ayudantes a la habitación, pasaron al pobre viejo a una nueva camilla que traían consigo, lo amarraron firme y le inyectaron una dosis de anestesia para prevenir que no volviera a despertar. “¿Alguien sabe de quién se trata?” pregunta una de las enfermeras que portaba una ficha y un lápiz.
Llevará por nombre Asael, dijo el padre del niño recién nacido. Quien a la edad de 60 años no recuerda el rostro de aquella persona que pronuncio esas palabras, pero si el tono de su voz, como si a esa edad hubiese tenido la conciencia o capacidad para inmortalizarlo en su mente. Por alguna extraña razón, cuando el sol comienza a declinar y se pierde en el inmenso mar color turquesa, aparece aquella frase y como siempre, intenta buscar la infancia en las imágenes almacenadas en su cabeza, al no encontrar nada, mira hacia el horizonte hasta que los rayos de luz desaparecen por completo y las estrellas una a una se posan en el cielo, en ese instante, cuando observa el astro más hermoso en el cielo, decide regresar.
Trata de tragar un poco de saliva, siente la boca seca, los labios partidos, siente que su cuerpo esta inmovilizado, escucha voces a su alrededor, intenta abrir los ojos pero no puede, lucha hasta que consigue abrirlos con dificultad, ve personas a su alrededor, no reconoce a nadie, sabe que se encuentra recostado, que la camilla esta en movimiento, deduce que lo llevan alguna parte, “nadie sabe su nombre, lo encontraron en la orilla del mar, pero han informado que se trata de él”.
Ya de anciano comenzó a recordar la voz que pronunciaba sin cesar su nombre, al pasar el tiempo, este recuerdo perturbaba día a día su razón, hasta ese entonces nunca había cuestionado nada, su vida rutinaria y solitaria siempre ha sido apacible, jamás necesito de nada, ni de nadie. Sin embargo, siendo ahora un anciano, se cuestionaba pequeños detalles sin respuesta.
Asael se ha dedicado toda su vida a la pesca, cada tarde entra al mar en su bote de madera y lanza las redes en su lugar favorito, una vez en la orilla de la playa observa la puesta del sol y vuelve a casa. A la madrugada siguiente, va en busca de los peces que han sido capturados en la red, en el muelle deposita lo obtenido de la pesca en un canasto y los deja ahí, sabe que alguien vendrá por ellos y a cambio le dejaran alimento o alguna otra cosa como paga por el trabajo, no le gusta relacionarse con las personas, por eso prefiere que el intercambio no sea directo.
De joven llego a esa caleta de pescadores, una caleta abandonada, donde solo su casa se levantaba imponente entre las ruinas y el abandono del lugar. Decidió vivir en soledad, jamás busco compañía, cuando tomo esta decisión tampoco le interesaba y pasaron tantos años, que no volvió a recordar un rostro parecido al suyo. Los recuerdos de Asael, pasaron a ser solo la vida en ese lugar, junto al mar, a lo peces de cada día.
Sin embargo, esos pequeños detalles que revoloteaban en su mente no lo dejaron dormir tranquilo nunca más, se sentía viejo y solo, creía fuertemente dentro de él que llegaba la hora del final y esta vez, no quiera estar en soledad. Un día tomo la decisión de esperar a las personas que iban a diario a buscar el canasto de pescados que él dejaba en el muelle y construyo un banco de madera especial para la ocasión, se sentó junto al canasto ansioso e intranquilo, pasaron las horas, cayó la noche y nadie fue en busca del canasto. Frustrado por la situación, regreso a casa muy apenado.
Al día siguiente, encontró en el muelle un perro recostado en el mismo sitio donde había olvidado el canasto y este, ya no estaba. El animal advirtiendo su llegada, se levanto ladrando, moviendo la cola, corriendo de un lado a otro, como si sintiera felicidad por la llegada de Asael. Este pequeño visitante salto sobre él, lamió su rostro y una sonrisa se erigió en sus labios, a pesar de lo ocurrido el día antes él agradeció la nueva amistad que le daba el destino, ya no estaría tan solo y siguió con sus labores rutinarias, pero esta vez con un nuevo amigo.
Pasaron algunos días y nuevamente una noche no podía conciliar el sueño. Sintió ruido en el exterior de su casa de madera, como si fuertes piedras cayeran sobre el tejado, se levanto semidormido y fue a ver lo que ocurría. Una lluvia sobrenatural se había apoderado del lugar, el fenómeno climático para Asael era sorprendente, puesto que jamás vio caer agua del cielo, de los años que habitaba en la caleta solo recordaba días primaverales, con un cielo sin nubes, clima calido y perfecto. Esto era del todo un suceso incomprensible, sorprendido y boquiabierto observo por horas las gotas que caían del cielo y como ellas rebotaban sobre las pozas de aguas formadas en el suelo.
Empapado de pies a cabezas por el tiempo que paso bajo la lluvia, llego el minuto que debía ir en busca de las redes que había dejado el día anterior en el mar. Como lo hacia siempre cada mañana, siguió con su rutina sin importar el mal tiempo que acechaba y se incorporo mar adentro en su pequeño bote de madera y sus dos remos que usaba para impulsarse.
Una vez en el lugar, saco con dificultad las redes, el bote se tambaleaba de un lado a otro, las olas eran imponentes y cada vez más grande, el mar estaba furioso y del cielo no paraba de caer agua, la cual ya no caía como gotas, si no más bien como baldes gigantescos que dificultaban el trabajo del pescador. Esta vez Asael se encontraba aterrado, pensaba que en cualquier momento el vaivén de las olas lo sacarían del bote y el mar enfurecido se lo tragaría sin remordimiento. Al completar su labor, remó con todas sus fuerzas, enfrentando las inclemencias del tiempo.
- Creo que debemos probar con alguna reacción eléctrica –
- Eso intento, eso intento –
De pronto, truenos y relámpagos se apoderaron del lugar, Asael trataba de remar con fuerza hacia la orilla, pero las olas lo tiraban de un lado para otro y no lograba controlar la dirección del bote. Las luces en el cielo gris aparecían como parpadeos fugaces y el tronar de las nubes apretaban el corazón del pescador, quien intentaba luchar para llegar a tierra. Asael exhausto de remar, miraba al cielo perplejo aquellos rayos luminosos que cruzaban el cielo, ni siquiera el sonido de la madera vieja que rechinaba por el movimiento hostil de las aguas, perturbaban su vista que se perdía hacia el cielo tratando de divisar un rayo, cuando lograba ver uno de ellos, su visión se nublaba y perturbaba, pero no dejo de hacerlo, siguió mirando atónito el espectáculo, cuando de pronto, muy lejos en la inmensidad del cielo, atravesando la oscuridad, vio dos rostro humanos observándolo con complejos aparatos hacia el interior. Erzsebet
Al recuperar la consciencia, lo primero que ven sus ojos gastados es la ampolleta de la habitación parpadeando sobre la cama. Aguas por todos lados, la marejada frenéticamente agitada, intentó controlar el bote, el mar furioso azotaba las olas en su contra, como si quisiera de verdad que fuese parte de la inmensa masa de agua, la maldita lluvia llego de repente y dificulto aún más las maniobras que intentaba realizar. El viento sonaba como si vibrara a ratos la risa del demonio, una gigantesca montaña de agua voltio el pequeño bote, pasó varios segundo hundido, trato de nadar hacia la superficie, acción que le fue imposible de realizar, las corrientes marinas lo succionaron, lo sacudieron, inmovilizaron, atraparon, golpearon y arrastraron hasta la orilla, despertó cuando el sol posado sobre su cabeza atravesaba sus tenazas de fuego los poros de la piel, intento levantarse varias veces, pero las fuerzas se perdían junto a la consciencia, ya no recuerda cuando dejo de escuchar el silbido del mar, de las aves y el arrimo de las olas cercanas a los pies. La luz de la habitación incomodaba sus ojos, decidió cerrarlos para evitar la molestia, sin embargo el intento lo dejo profundamente dormido.
Al poco tiempo entraron varios médicos y ayudantes a la habitación, pasaron al pobre viejo a una nueva camilla que traían consigo, lo amarraron firme y le inyectaron una dosis de anestesia para prevenir que no volviera a despertar. “¿Alguien sabe de quién se trata?” pregunta una de las enfermeras que portaba una ficha y un lápiz.
Llevará por nombre Asael, dijo el padre del niño recién nacido. Quien a la edad de 60 años no recuerda el rostro de aquella persona que pronuncio esas palabras, pero si el tono de su voz, como si a esa edad hubiese tenido la conciencia o capacidad para inmortalizarlo en su mente. Por alguna extraña razón, cuando el sol comienza a declinar y se pierde en el inmenso mar color turquesa, aparece aquella frase y como siempre, intenta buscar la infancia en las imágenes almacenadas en su cabeza, al no encontrar nada, mira hacia el horizonte hasta que los rayos de luz desaparecen por completo y las estrellas una a una se posan en el cielo, en ese instante, cuando observa el astro más hermoso en el cielo, decide regresar.
Trata de tragar un poco de saliva, siente la boca seca, los labios partidos, siente que su cuerpo esta inmovilizado, escucha voces a su alrededor, intenta abrir los ojos pero no puede, lucha hasta que consigue abrirlos con dificultad, ve personas a su alrededor, no reconoce a nadie, sabe que se encuentra recostado, que la camilla esta en movimiento, deduce que lo llevan alguna parte, “nadie sabe su nombre, lo encontraron en la orilla del mar, pero han informado que se trata de él”.
Ya de anciano comenzó a recordar la voz que pronunciaba sin cesar su nombre, al pasar el tiempo, este recuerdo perturbaba día a día su razón, hasta ese entonces nunca había cuestionado nada, su vida rutinaria y solitaria siempre ha sido apacible, jamás necesito de nada, ni de nadie. Sin embargo, siendo ahora un anciano, se cuestionaba pequeños detalles sin respuesta.
Asael se ha dedicado toda su vida a la pesca, cada tarde entra al mar en su bote de madera y lanza las redes en su lugar favorito, una vez en la orilla de la playa observa la puesta del sol y vuelve a casa. A la madrugada siguiente, va en busca de los peces que han sido capturados en la red, en el muelle deposita lo obtenido de la pesca en un canasto y los deja ahí, sabe que alguien vendrá por ellos y a cambio le dejaran alimento o alguna otra cosa como paga por el trabajo, no le gusta relacionarse con las personas, por eso prefiere que el intercambio no sea directo.
De joven llego a esa caleta de pescadores, una caleta abandonada, donde solo su casa se levantaba imponente entre las ruinas y el abandono del lugar. Decidió vivir en soledad, jamás busco compañía, cuando tomo esta decisión tampoco le interesaba y pasaron tantos años, que no volvió a recordar un rostro parecido al suyo. Los recuerdos de Asael, pasaron a ser solo la vida en ese lugar, junto al mar, a lo peces de cada día.
Sin embargo, esos pequeños detalles que revoloteaban en su mente no lo dejaron dormir tranquilo nunca más, se sentía viejo y solo, creía fuertemente dentro de él que llegaba la hora del final y esta vez, no quiera estar en soledad. Un día tomo la decisión de esperar a las personas que iban a diario a buscar el canasto de pescados que él dejaba en el muelle y construyo un banco de madera especial para la ocasión, se sentó junto al canasto ansioso e intranquilo, pasaron las horas, cayó la noche y nadie fue en busca del canasto. Frustrado por la situación, regreso a casa muy apenado.
Al día siguiente, encontró en el muelle un perro recostado en el mismo sitio donde había olvidado el canasto y este, ya no estaba. El animal advirtiendo su llegada, se levanto ladrando, moviendo la cola, corriendo de un lado a otro, como si sintiera felicidad por la llegada de Asael. Este pequeño visitante salto sobre él, lamió su rostro y una sonrisa se erigió en sus labios, a pesar de lo ocurrido el día antes él agradeció la nueva amistad que le daba el destino, ya no estaría tan solo y siguió con sus labores rutinarias, pero esta vez con un nuevo amigo.
Pasaron algunos días y nuevamente una noche no podía conciliar el sueño. Sintió ruido en el exterior de su casa de madera, como si fuertes piedras cayeran sobre el tejado, se levanto semidormido y fue a ver lo que ocurría. Una lluvia sobrenatural se había apoderado del lugar, el fenómeno climático para Asael era sorprendente, puesto que jamás vio caer agua del cielo, de los años que habitaba en la caleta solo recordaba días primaverales, con un cielo sin nubes, clima calido y perfecto. Esto era del todo un suceso incomprensible, sorprendido y boquiabierto observo por horas las gotas que caían del cielo y como ellas rebotaban sobre las pozas de aguas formadas en el suelo.
Empapado de pies a cabezas por el tiempo que paso bajo la lluvia, llego el minuto que debía ir en busca de las redes que había dejado el día anterior en el mar. Como lo hacia siempre cada mañana, siguió con su rutina sin importar el mal tiempo que acechaba y se incorporo mar adentro en su pequeño bote de madera y sus dos remos que usaba para impulsarse.
Una vez en el lugar, saco con dificultad las redes, el bote se tambaleaba de un lado a otro, las olas eran imponentes y cada vez más grande, el mar estaba furioso y del cielo no paraba de caer agua, la cual ya no caía como gotas, si no más bien como baldes gigantescos que dificultaban el trabajo del pescador. Esta vez Asael se encontraba aterrado, pensaba que en cualquier momento el vaivén de las olas lo sacarían del bote y el mar enfurecido se lo tragaría sin remordimiento. Al completar su labor, remó con todas sus fuerzas, enfrentando las inclemencias del tiempo.
- Creo que debemos probar con alguna reacción eléctrica –
- Eso intento, eso intento –
De pronto, truenos y relámpagos se apoderaron del lugar, Asael trataba de remar con fuerza hacia la orilla, pero las olas lo tiraban de un lado para otro y no lograba controlar la dirección del bote. Las luces en el cielo gris aparecían como parpadeos fugaces y el tronar de las nubes apretaban el corazón del pescador, quien intentaba luchar para llegar a tierra. Asael exhausto de remar, miraba al cielo perplejo aquellos rayos luminosos que cruzaban el cielo, ni siquiera el sonido de la madera vieja que rechinaba por el movimiento hostil de las aguas, perturbaban su vista que se perdía hacia el cielo tratando de divisar un rayo, cuando lograba ver uno de ellos, su visión se nublaba y perturbaba, pero no dejo de hacerlo, siguió mirando atónito el espectáculo, cuando de pronto, muy lejos en la inmensidad del cielo, atravesando la oscuridad, vio dos rostro humanos observándolo con complejos aparatos hacia el interior. Erzsebet
4 comments:
Nunca pense que me pasaría, lo habia escuchado de algunas personas, decir que a veces la inspiracion te atrapa como si algo extraño se apoderara de ti. Antes escribia solo poesia, pero jamas senti lo que siento al escribir un cuento, antes pense que no servia para crear uno, aun creo que soy un ser recien nacido en esto de la narrativa. Sin embargo, me siento tan alegre cuando esa sensacion de hielo se apodera de la medula espinal y pasa desde la nuca hasta terminar la espalda y luego se transpasa a mi estomago, siento que se me apreta mi vientre y cuando me siento a escribir mis manos tiritan y transpiro, la verdad es que es una locura, pero es algo maravilloso. No me ha pasado con todo lo que he escrito, pero si me paso con este cuento "letanias de un pescador", "Blanco y negro", "Carta a un pobre infeliz" y aun otro que no recuerdo... supongo que la sensacion no fue tan extrema como lo fue con estos tres.
Espero poder seguir compartiendo esto con ustedes.
Saludos!!!
Si, es una sensación inigualable y casi indescriptible.
Ahora, en este cuento en particular, caminas por el borde de la ciencia ficción. Me recordé de un cuento llamado "Dios Microcósmico" de Sturgeon... aunque lo tuyo parezca más parecido a "The Truman Show".
Me gusta esto de la sorpresa al final, creo que todo buen cuento debe tenerla (de una u otra manera).
Me gustan más los cuentos que la poesía... sorry, je je je... ese es el arte que me persigue.
Me encantan tus historias y creo que este taller te ha hecho inmensamente rica, literariamente hablando.
Un abrazo,
ojala sigas compartiéndolo , soy uno a los que les gusta mucho .
Un beso grande
Este cuento es inesperado, creo fue dificil el crearlo. no es facil hacer ciencia ficcion, pero tu capacidad de crear va mas alla.
Felicitaciones!!!!
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