“Un abandono
Un abandonado en suspenso.
Nadie es visible sobre la tierra.
Sólo la música de la sangre
asegura residencia
en un lugar tan abierto”.
Pizarnik, “32” de Árbol de Diana (1962).
I
Antes de la llegada de los españoles ya fluía imponente entre los valles, atravesando todo el territorio de lo que ahora denominamos Región Metropolitana, cuna de la ciudad capital, Santiago. Ahí está, y no. Los habitantes de la ciudad lo han transformado en el vertedero de todos sus residuos.
II
No son muchos los departamentos que se pueden arrendar a buen precio en el sector de plaza Italia. Después de una ardua búsqueda encontraron algo que se les ajustaba a los bolsillos. Un departamento en el sexto piso de un antiguo edificio.
En su época de estudiante universitaria Carol entró a trabajar en un Call Center con el fin de costearse los estudios. El día que comenzó a operar en la plataforma que le asignaron conoció a Fabián, su actual compañero de departamento.
Él corrió una suerte distinta. Al egresar de la carrera de ingeniería informática ya tenía un puesto asegurado en el gobierno. En cambio ella aún seguía cada mañana caminando por la calles de la ciudad dejando el currículum en todos los lugares posibles. Volvía a casa, preparaba el almuerzo, comía, se duchaba y luego salía a paso cadencioso a conectarse al computador y los audífonos. Antes le parecía entretenida esta rutina, pero ya no. Con el pasar del tiempo se hizo cada vez más desagradable atender con voz amable a cada persona que llamaba.
El teléfono personal, en cambio, jamás sonaba.
III
Al cerrar los ojos para descansar, inmediatamente aparecían unos extraños sujetos siguiéndola insistentemente. Corría desesperada hasta llegar a un acantilado profundo, agitada miraba de lo alto como las olas golpeaban furiosas al final de la base, se volteaba y los seres extraterrestres estaban cada vez más cerca. El vacío que se dibujaba a sus pies era abismante y aterrador. Siempre veía como las olas la golpeaban bruscamente contra las rocas, el cuerpo se llenaba poco a poco de moretones y llagas, la sangre se mezclaba con la inmensa masa de agua. El final del sueño era recurrente y fatídico. Sus ojos se perdían en un abismo donde ni siquiera la muerte se atrevería a entrar.
Despertaba aterrada y con los ojos llenos de lágrimas.
IV
Contestar el teléfono a diario y no tener trabajo en lo que había estudiado no era lo único que la atormentaba. Todos los días tenía que lidiar con el tétrico ascensor del edificio donde vivía.
Para entrar en él, debías abrir una puerta y luego correr otra con fuerza. Varias veces creyó ver el reflejo de alguien que se asomaba por la pequeña ventanilla que tenía en una de sus puertas, pero reaccionaba y se consolaba pensando que era el reflejo del espejo que había en el interior.
Un día al volver del trabajo, subió como de costumbre en el ascensor y apretó el botón del piso 6. El viejo aparato crujió como si los engranajes se hubiesen trancado y soltado al instante. Luego empezó a subir: piso 2, piso 3 y así sucesivamente hasta el 6. No se detuvo. Se le apretó la garganta y comenzó pulsar los botones. La máquina no se detenía y seguía subiendo. Con un fuerte golpe metálico el ascensor se detuvo bruscamente. Carol se remeció y tuvo que sujetarse con las dos manos en los costados. Suspiró. Se arregló el cabello y trato de abrir la puerta pero no pudo. Presionó con fuerza, pero fue inútil. Un gggrruuaauummm sonó de improviso y la cabina comenzó a bajar bruscamente. En la ventanilla de la puerta vio agua, como si se estuviera hundiendo en un gran lago. Poco a poco el nivel subía más y más. Carol apretaba desesperada los botones de emergencia, pero nada respondía.
Otro movimiento brusco. Cayó sentada en un rincón aturdida, un sonido fuerte metálico la hizo reaccionar. El ascensor se había detenido. Abrió las puertas, se encontraba en la orilla del río Mapocho. Lo reconoció por el color café de sus aguas, el rápido caudal y las paredes altas de piedra y cemento que lo bordeaban. Quiso salir, pero al otro lado del río diviso una figura blanca, como silueta de mujer, casi humana, casi transparente, con el pelo largo, negro, con mirada hundida, como si un vacío le hubiese apoderado de sus los ojos.
Aterrada, marco nuevamente el piso 6. Subió, subió y bajo bruscamente. Al salir nuevamente estaba en la orilla del río Mapocho, pero esta vez, cerca del cruce pío nono, cerca del edificio, cerca de casa pero no se atrevió a salir, era de noche, una oscura noche y pulso nuevamente el 6. El sonido ronco de los engranajes le dio aviso que estaba nuevamente en marcha y esta vez, ya se encontraba en casa.
Esa noche descubrió que el ascensor la podía trasladar a lo largo del cauce el río. Pensó en contárselo a Fabián, pero la catalogaría de loca y no lo hizo. Entró directamente a su habitación y no salio hasta el otro día, asegurándose de no toparse con su amigo.
V
“Desde un pequeño lago a 32º 40’ de latitud sur, inician su curso las aguas del río Mapocho, “el río que se pierde en la tierra” (Mapu-cho), según el gráfico decir de los indígenas. Sigue desde allí una dirección nor-este a sur-oeste, y a los cincuenta kilómetros de su curso, luego de ser incrementado con diversos caudales, atraviesa la ciudad de Santiago. Acentúa luego su rumbo sur-oeste y se filtra en la tierra, desapareciendo totalmente. ¿Chuchun-co? dicen allí los indios (¿Qué se hizo el agua?) y un lugar de los contornos llega así con el nombre de Chuchunco hasta nosotros. El agua ha sido absorbida por la tierra y continuará como corriente subterránea para reaparecer más al poniente, en tierras de otros indios que, regocijados, las verán emerger cerca de sus campos de cultivo” (“Historia de Santiago”, Tomo I, La Colonia - Santiago de Chile, 1975. René León Echaiz)
Continua....
1 comment:
Como siempre no me va muy bien en eso de los concursos de cuentos.
Este lo mande para el que organizo biblioteca viva "Cuentate algo". Lo publicare en 2 partes
Aqui les dejo el link por si quieren ver los ganadores.
http://www.bibliotecaviva.cl/noticias/2010/01/04/ganadores-cuentate-algo/
Yo, seguire escribiendo mientras las ideas golpeen en mi craneo.
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