Adornó
la casa con telas de arañas, fantasmas y calabazas. Se disfrazó de zombie
porque está de moda. Le encanta repartir dulces y hacer travesuras. Prefiere
los grupos pequeños así tiene más cercanía y puede convencerlos de entrar a su
casa. Les ofrece bebidas que contienen flunitracepam,
pero ellos no lo saben, lo beben y se duermen.
Es ahí cuando comienza a celebrar, le calienta verlos
como muñequitos con sus disfraces. Ya esta duro, los desnuda, fotografía, toca,
acaricia. Su apetito sexual es insaciable, deja la cámara grabando, pasa su
lengua por todos los surcos de los pequeños cuerpos. A esta altura ya se ha
corrido un par de veces, los penetra por donde pueda, los lame y besa con glotonería.
Cuando se siente satisfecho, les vuelve a colocar sus disfraces, llena sus
bolsas con los mejores dulces, espera que las calles estén vacías y los deja
sentados en la banca de la plaza. Cuando despierten todos habrán tenido un
feliz Halloween.
Connie Tapia Monroy
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