Cada
viernes es igual, su madre sale temprano del trabajo y cuando llega a casa, él
se encierra en el cuarto. Nunca lo ha soportado y trata de distraerse
escuchando música o viendo películas al máximo volumen, pero nada calla los
ruidos. Recuerda los días en que jugaba a la pelota con el último padrastro, se
llena de rabia pero no se puede subir más el volumen de la radio o el televisor.
Siempre termina tapando sus oídos con un cojín. Llora esperando que de una vez
por todas se silencien los gemidos que provienen de la pieza de su madre.
Connie Tapia Monroy.
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