Nunca
pensé, que te vería esa tarde entrar por la puerta. No habías cambiado mucho, vestías
casi del mismo modo, polerón plomo y jeans deslavados. Siempre ocultando tus
ojos azules tras las gafas. Apoyaste tu cabeza en el techo de vidrio y recordé
esa noche que nos amamos bajo las estrellas. Nunca comprendí por qué nos
alejamos. Te sacaste los lentes y me miraste como la primera vez en que nos
besamos. “Te amo… nunca te dejé de amar”
y rompiste en llanto. No sabes cuantas veces desee que me lo dijeras. No sabes
cuantas noches pensé en nosotros. No sabes cuantas excusas busqué para no tomar
tantas pastillas de clonazepam.
Connie Tapia Monroy.
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