Después
de todo, sólo quise ser algo parecido a Sy Parrish, como en la película de
Romanek. La seguía a los lugares que frecuentaba y le sacaba fotografías. Luego
las imprimía en mi casa y se las enviaba en un sobre azul.
Ella
era la ex de mi pareja actual. Yo no sé en qué mundo puedes relacionarte con una
ex. Pero él la adoraba, era la amiga intocable.
En
realidad a mi me enfermaba, siempre me miraba desafiante cuando llegaba a casa.
Como diciendo “yo también me lo he
cogido”. La detestaba.
Por
eso decidí poner un poco de vértigo en su vida, para que ella sintiera lo que
es traspasar los límites de la privacidad. Sólo deseaba que ella experimentara
ser acosada por alguien.
Al
principio todo resultó como estaba planificado, ella andaba angustiada y
temerosa. Pero luego se salio de control. Cada vez que abría un nuevo sobre
azul, enloquecía, miraba a su alrededor y estoy casi segura que, temblando, se
ocultaba bajo las sábanas.
¡Señor
juez!, ¡juro!, que mi intención no era que ella terminará ahorcándose en el baño
de su casa. Ni menos que acuchillara a sus perros. ¡Pobres perros!, ellos no
tenían la culpa de nada.
Connie Tapia Monroy.
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