Pablo
esperaba de noche el bus en el terminal. Los andenes se encontraban
prácticamente vacíos y una espesa niebla se apoderaba del lugar. Una mujer
enana, de pelo muy negro y trenzado, se acercó. Ella lo invitó a pasar juntos
la noche. Pablo se sentía confundido, pero a la vez atraído. Miraba el exuberante
busto de la mujer y una fuerza extraña lo impulsaba a aceptar la propuesta.
Despertó
del letargo cuando la enana comenzó hacer muecas y posturas horrendas. Asustado
quiso correr, ella lo tomó de la mano y con carita de inocente le dice:
— Si
quiere me puede comprar un saquito de chauras —Pablo
le dio una moneda y ella se marchó a paso cansino.
Agobiado
y perturbado comió el fruto sin dimensionar lo cerca que había estado de la
hija de la Condená.
Connie Tapia Monroy
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